Sin Excusas

¿Te agradaría ser usado por Dios?

Todos experimentamos en mayor o menor medida la anhelo de cumplir su propósito, pero con frecuencia nos falta confianza en nuestras habilidades y olvidamos que es Su poder el que actúa en medio de nosotros.

Lectura Bíblica

Éxodo 3:9-14; 4:1-5 y 10-3 NVI
Dios le dijo a Moisés:
“9 Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas, y he visto también cómo los oprimen los egipcios.
10 Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo.
11 Pero Moisés le dijo a Dios
—¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
12 —Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña.
13 Pero Moisés insistió:
—Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”. ¿Qué les respondo si me preguntan: “¿Y cómo se llama?”?
14 —Yo soy el que soy —respondió Dios a Moisés—. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: “Yo soy me ha enviado a ustedes”.
Capítulo 4
1 Moisés volvió a preguntar:
—¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso?  ¿Qué hago si me dicen: “El Señor no se te ha aparecido”?
2 —¿Qué tienes en la mano? —preguntó el Señor.
—Una vara —respondió Moisés.
3 —Déjala caer al suelo —ordenó el Señor.
Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató de huir de ella,
4 pero el Señor le mandó que la agarrara por la cola. En cuanto Moisés agarró la serpiente, esta se convirtió en una vara en sus propias manos.
5 —Esto es para que crean que yo el Señor, el Dios de sus padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me he aparecido a ti.
10 —Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.
11 —¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el Señor—. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? 12 Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.
13 —Señor —insistió Moisés—, te ruego que envíes a alguna otra persona.

Reflexionemos

En este pasaje encontrarás 5 veces en que hemos destacado frases poniéndole cursivas (letras inclinadas): Fueron las 5 veces en que Moisés argumentó a Dios, poniendo excusas y presentando sus razones por las cuales Dios no debía enviarlo a él en la misión de hablar con el faraón y sacar al pueblo de Egipto.

Así como Moisés repitió una y otra vez, con diferentes palabras y excusas, muchas personas no paran de repetir en su mente y en su corazón lo pequeñas e incapaces que son y que por eso Dios no podría usarlas para bendecir a otros.
Eso es un gran error. ¿Sabes dónde inicia el error de ese planteamiento? En que están mirándose a sí mismos y evaluando sus propias capacidades, en lugar de mirar a Dios y su grandeza.

Volvamos al caso de Moisés: Por supuesto que por sí mismo él no podía hacer milagros ni liberar al pueblo de Israel, pero él sí podía decidir convertirse en un instrumento a través del cual Dios llevase a cabo todos esos milagros.
Mirar y creer a Dios y no en mirarse a sí mismo era la clave.

La insistencia de Moisés en excusarse en su “pequeñez y sus incapacidades” no agradó a Dios:
Éxodo 4:14, “Entonces el Señor ardió en ira contra Moisés…”
Pero finalmente, después de todos sus argumentos, Moisés sí obedeció a Dios y eso le agradó al Señor. Al seguir leyendo el libro de Éxodo podemos ver a Moisés creciendo cada vez más en su fe y confianza en Dios al punto que es reconocido como uno de los “héroes de la fe”.

Amado, la respuesta inmediata que se espera de cada uno de nosotros es que podamos creer a Dios y obedecerlo, “Porque para Dios no hay nada imposible” (Lucas 1:37).
Continuemos con nuestros ojos puestos en Jesús y logremos que nuestra fe en él siga creciendo y el fruto de obediencia agrade su corazón.
No nos enfoquemos en nuestra insignificancia, sino en la magnificencia y el poder de Dios.

Nuestro Dios es un fuego ardiente y continúa encendiendo en nosotros la pasión por ÉL y por las almas para que seamos un canal de bendición dondequiera que estemos: “Dondequiera que vayan, hagan discípulos…” (Mateo 28:19).
Mediante la fe enfrentemos nuestros temores y limitaciones y sigamos avanzando en obediencia a Dios, sirviéndole cada día sin excusas.

Oración: 
Amado Jesús, seguiré obedeciéndote. Cada día me enfocaré en ti y no en mí.
Gracias por tu Espíritu Santo que habita en mí. Con su ayuda llevaré tu amor a los que me rodean en medio de mi caminar diario, en mi trabajo,
mientras hago compras y en todo lugar en que pueda reflejar tu verdad, bondad y amor con mis palabras, actos y testimonio. Amén.

Adaptado de Cv Resources

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