Continuamos con la serie: “pescadores de hombres”
Hoy: La Mujer Samaritana.

La historia de la mujer samaritana anónima que tuvo un encuentro con Jesús junto al pozo, únicamente se relata en el Evangelio de Juan capítulo 4.
En este encuentro con Jesús la vida de la samaritana fue transformada y como fruto pasó de ser una mujer rechazada a ser una pescadora de hombres.

Lectura devocional

Juan 4:5-30 NTV
5 Jesús llegó a una aldea samaritana llamada Sicar, cerca del campo que Jacob le dio a su hijo José.
6 Allí estaba el pozo de Jacob; y Jesús, cansado por la larga caminata, se sentó junto al pozo cerca del mediodía.
7 Poco después, llegó una mujer samaritana a sacar agua, y Jesús le dijo:
—Por favor, dame un poco de agua para beber.
8 Él estaba solo en ese momento porque sus discípulos habían ido a la aldea a comprar algo para comer.
9 La mujer se sorprendió, ya que los judíos rechazan todo trato con los samaritanos. Entonces le dijo a Jesús:
—Usted es judío, y yo soy una mujer samaritana. ¿Por qué me pide agua para beber?
10 Jesús contestó:
—Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.
11 —Pero señor, usted no tiene ni una soga ni un balde—le dijo ella—, y este pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva?
12 Además, ¿se cree usted superior a nuestro antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales?
13 Jesús contestó:
—Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed,
14 pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.
15 —Por favor, señor—le dijo la mujer—, ¡deme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no tendré que venir aquí a sacar agua.
16 Jesús le dijo:
—Ve y trae a tu esposo.
17 —No tengo esposo—respondió la mujer.
—Es cierto —dijo Jesús—. No tienes esposo
18 porque has tenido cinco esposos y ni siquiera estás casada con el hombre con el que ahora vives. ¡Ciertamente dijiste la verdad!
19 —Señor—dijo la mujer—, seguro que usted es profeta.
20 Así que dígame, ¿por qué ustedes, los judíos, insisten en que Jerusalén es el único lugar donde se debe adorar, mientras que nosotros, los samaritanos, afirmamos que es aquí, en el monte Gerizim,[c] donde adoraron nuestros antepasados?
21 Jesús le contestó:
—Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén.
22 Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran, mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la salvación viene por medio de los judíos. 23 Pero se acerca el tiempo—de hecho, ya ha llegado—cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera.
24 Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
25 La mujer dijo:
—Sé que el Mesías está por venir, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.
26 Entonces Jesús le dijo:
—¡Yo Soy el Mesías!
27 Justo en ese momento, volvieron sus discípulos. Se sorprendieron al ver que Jesús hablaba con una mujer, pero ninguno se atrevió a preguntarle: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué le hablas?».
28 La mujer dejó su cántaro junto al pozo y volvió corriendo a la aldea mientras les decía a todos:
29 «¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho en mi vida! ¿No será este el Mesías?».
30 Así que la gente salió de la aldea para verlo.

Reflexionemos

En estos versículos podemos entender que la mujer samaritana era oprimida por un profundo rechazo.
Primero, era parte de la sociedad samaritana, marginada históricamente por los judíos.
Segundo, era rechazada socialmente por ser una mujer soltera que vivía con un hombre que no era su marido y que ya se contaba como el sexto de una serie de hombres en su vida.

Pero a pesar de todo eso Jesús la amó, la aceptó y la valoró tanto como para hablar con ella abiertamente, sin importarle el juicio social al que se exponía siendo rabino y hombre judío.
¡Eso sí que es amor!
Tal amor de Jesús hizo que ella saliera corriendo a contarlo a los hombres del pueblo sin temor a ser rechazada de nuevo pues ya sabía que el Señor realmente la amaba.
Dice el versículo 39 que: “Muchos samaritanos de esa aldea creyeron en Jesús, por lo que la mujer había dicho y fueron a verlo, rogándole que se quedara con ellos”.

El amor del Señor nos sana y nos da la habilidad para ser pescadores de hombres.

Oremos:
Amado Dios, te pido que me ayudes a entender más tus propósitos para mi vida, y que toda acusación o condenación contra mí sean totalmente deshechas.
Te doy gracias porque tu amor genuino y fiel me impulsa a brillar con tu luz y a amar a los que me rodean, sin juicios, como tú me amas.
Decido ser bendición para los otros y continuar hablándoles de ti siempre, en el Nombre de Jesús. Amén.

WhatsApp Charla con nosotros