Como un Árbol

La lectura de hoy nos guía a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y cómo podemos crecer y prosperar en nuestro caminar espiritual.
Oramos que este fin de semana recibsa aún más de la presencia de Dios, llenando tu vida e impulsándote a continuar creciendo y dando fruto para Él.

Lectura Bíblica

Salmo 1 DHH
“1 Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios,
2 sino que pone su amor en la ley del Señor y en ella medita noche y día.
3 Ese hombre es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas. ¡Todo lo que hace, le sale bien!
4 Con los malvados no pasa lo mismo, pues son como paja que se lleva el viento.
5 Por eso los malvados caerán bajo el juicio de Dios y no tendrán parte en la comunidad de los justos.
6 El Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malos lleva al desastre”

Reflexionemos

En este Salmo encontramos un hermoso recordatorio de cómo nuestra vida en Cristo se asemeja a un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas.

Veamos a este árbol como una metáfora de nuestra vida en Cristo: Cuando estamos enraizados en la verdad y el amor de Dios, nuestra vida espiritual es fortalecida y nutrida, al igual que las raíces de un árbol que se sumergen en aguas frescas. Estas aguas representan la Palabra de Dios y la comunión con Él a través de la intimidad con Dios.

Al estar arraigados en Dios, experimentamos un crecimiento constante. Así como el árbol da fruto en su tiempo, nosotros también comenzamos a dar fruto espiritualmente. Nuestras acciones, palabras y actitudes reflejan el carácter de Cristo y su amor en nosotros. Este fruto no solo beneficia nuestra propia vida, sino también la vida de aquellos a quienes tocamos con nuestras vidas transformadas.

La imagen de las hojas que no se marchitan es un recordatorio de la constancia de la provisión divina. A través de todas las estaciones de la vida, incluso en tiempos de dificultad y desafío, seguimos recibiendo nutrición espiritual y fortaleza de la presencia de Dios en nuestras vidas. Su gracia nos sostiene y su amor nos da esperanza en medio de las pruebas.

Luego la Palabra nos da una promesa inspiradora: “todo lo que hace le sale bien”. La prosperidad espiritual fluye de una vida arraigada en Dios. Cuando buscamos su reino y su justicia, encontramos un propósito más profundo, una alegría genuina y una satisfacción en Cristo que trasciende toda circunstancia.

Amado, que nuestras vidas sean testimonios vivientes de la obra transformadora de Dios en nosotros, como árboles plantados junto a corrientes de agua.

Preguntas: 

1. ¿Qué aprendí hoy cerca de Dios Padre, Jesucristo o el Espíritu Santo?
2. ¿Hay algún mandamiento que debo obedecer y algún pecado que debo confesar y abandonar?
4. ¿Hay alguna promesa que puedo declarar para mi vida, familia, iglesia o nación?

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