Dios nos manda a bendecir a los demás. Cuando dejamos que esta palabra entre en nuestro corazón y nos proponemos bendecir a las personas que nos rodean e incluso a aquellas con las que nos cruzamos en nuestro día a día, es como si las puertas del cielo se abrieran sobre nosotros y podemos ver la bendición de Dios de forma aún más palpable en nuestra vida.

Pero debemos hablar bendición a los demás y de hacerles bien, independientemente de si lo “merecen” o no, o de cómo se hayan portado hacia nosotros. De esta manera reflejamos la naturaleza amorosa de nuestro Padre Celestial.

Proponte cada día ser una bendición para los demás. Que bendecir y no maldecir sea un estilo de vida.
Nuestra oración por ti hoy es que puedas crecer en la revelación de que Dios anhela derramar bendiciones abundantes, tanto en tu vida como la de los demás a través de ti.